Así que mientras caminaba por la arena en busca de una cabeza rubia, por un
breve segundo odié a mi hermano por ponernos en esta situación a todos.
— Gabe, espera. —Pedí cuando lo vi entrando en su auto.
— Joder, no. —Maldijo cuando tomé las llaves de su mano, e intentó
quitármelas. —Damon, dame esas putas llaves.
— Hermano, estás borracho hasta la mierda. No voy a dejar que conduzcas. —Fruncí
el ceño cuando rodó sus ojos, restándole importancia.
— ¿Y qué harás? ¿Llevar mi culo borracho? Porque te lo digo, idiota, no soy
una buena compañía en estos momentos.
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