domingo, 3 de agosto de 2014

Guerra de corazones rotos

2
Hayley
Cuando me desperté a la mañana siguiente, pensé seriamente en poner una excusa a mi madre y no ir.
“Oh, mama, lo siento tanto, pero es que el pez Syd murió… estamos todos de luto por Larry”
“¿A qué no te imaginas que me pasó llegando a casa, mama? ¡Un peje-lagarto me atacó en el camino!”
“Las puertas de la residencia están clausuradas por un estudiante poseído, tenemos que quedarnos todos adentro hasta nuevo aviso”
“Hayley dice que lo lamenta, señora, pero somos extraterrestres provenientes de una galaxia desconocida por usted y necesitamos el cuerpo de un humano súper inteligente y hermoso como su hija para experimentar”
Gemí cansinamente, sabiendo que había millones de razones por las cuales no pondría excusas. Sobre todo del tipo que estaba pensando.
Mama jamás creería cualquier mentira que yo le dijera. Toda la vida había sido alguien fácil de leer, la hermana transparente que todo le importaba una mierda y por ende, poco me afectaba que la gente supiera mis pensamientos. A excepción de mi relación con Dustin, nunca había sentido la necesidad de mentirle a mi madre. Ella, por sobre toda esa personalidad de mujer loca dominada por el estrés, era una buena mujer que lo único que hacía era preocuparse por su familia. De pequeñas, tanto Chloe como yo entendimos eso, y le hacíamos la vida más fácil. El hecho de que mi mama sabe jodidamente que los peje-lagartos no existen es una clara desventaja para mis excusas no coherentes, pero ni siquiera iba a esforzarme en mentirle, simplemente porque no podría escuchar el tono de decepción en su voz cuando se lo dijera.
Soy una chica dura, gran cosa. Pero odiaba defraudar a la mujer que me dio la vida y me amó.
Otra de las razones, y creo que esta era la más importante, es que esto no es con mamá. Es con mi hermana, a la cual amo, adoro y protejo. Chloe me necesita, incluso aunque no me lo haya dicho claramente, yo lo sé. No es por la mierda de las gemelas, donde nos leemos los pensamientos o sabemos lo que piensa la otra; en la vida real no pasan esas cosas, lamentablemente.
Nos conocemos una a la otra, nuestros sueños, fraudes, delirios, aficiones, secretos… ese siempre había sido nuestra manera correcta de hacer las cosas.
No mentir, ni engañar a tu hermana. Nunca. Jamás.
Así que, cuando mi teléfono sonó y vi que era Chloe, comencé a levantarme mientras contestaba.
— ¿Acaso no sabes que la gente necesita horas de sueño para comenzar su día de buen humor?
La risa melodiosa llegó desde el otro lado de mi teléfono. Ese era más nuestro estilo: ella reía y yo gruñía como una malhumorada 24/7.
— ¿Alguien se despertó del lado equivocado de la cama, Hayley? —Dios mío, cuando ponía ese tono de voz parecía mi madre.
— Chloe, ve al grano si quieres que llegue a tiempo para el almuerzo. —Froté mis ojos y comencé a caminar al baño. El dormitorio de Syd estaba totalmente oscuro, y podía escuchar los ronquidos por parte de Maddie en algún lado del suelo.
— En realidad no te llamé por un asunto en específico…— Sonaba un poco indecisa en seguir hablando.
— ¿Qué pasa? —Cerré la puerta del baño y puse el altavoz mientras abría el grifo para lavarme la cara.
— Estoy nerviosa, Hay. —Tuve la imagen de ella retorciendo sus dedos en su regazo, que es lo que seguramente estaba haciendo en estos momentos.
— Chloe, dime que mamá no te metió esas ideas extrañas sobre casarte de forma apresurada, sabes que le encanta toda esa mierda de orgullo y prejuicio…
— No, no es eso. — Dijo y suspiró pesadamente. Tomé el cepillo de pelo de Syd, y comencé a enredar mi chiquero. — Quiero que todos lo acepten. ¿Qué tal si a mamá o  papá no les gusta? ¿O a ti?
— Chloe, te tiene que valer mierda lo que…—Paré de cepillarme y mi temperamento comenzó a hervir. — ¿Dijiste papá?
— Hayley…— Me reprendió, sabiendo exactamente lo que pensaba yo sobre papá. — Espero que no hagas ninguna escena, ya hablé con papá sobre esto. Él dice que tú provocas las confrontaciones, pero quiere estar en paz hoy.
— ¿Sabes dónde puede meterse su paz, Chloe? Te diré dónde…
— Hayley…
— ¿Qué está pasando aquí? —La puerta del baño se abrió de repente, revelando a una Maddie con ojos pegados y a una Syd con el ceño fruncido.
— No deberían abrir la puerta de repente, podría estar en una situación comprometedora. — Tomé el teléfono, saliendo del minúsculo baño, y prendí las luces buscando mi ropa.
Syd podría ser la persona más aplicada del universo, pero su pieza era una auténtica mugre.
— ¿Estás con Maddie, Hay? —La voz de Chloe suena confundida.
— Sí, y no me digas otra vez como huele su axila, hermanita. Estamos en altavoz.
Maddie mira enojada el teléfono.
— ¿Qué demonios dijiste de mi axila, gemela Mary Poppins? —Syd le da palmaditas en la espalda a mi amiga, intentando calmarla.
— ¡No dije nada de tu axila! Hayley es una mentirosa.
— ¿No lo dijiste tú? —Pregunto en broma. — O tal vez lo dije yo, no lo recuerdo bien…
Syd se ríe entre dientes.
— Bien, bien. Tengo que ir a casa a ayudar a mamá, Hayley. Nos vemos a las 12 en punto, no llegues tard…
— Así que no estás en casa…— Sonrío malvadamente, incluso aunque no puede verme. — ¿Dónde estuviste anoche, pequeña pervert…
— Adiós, Hayley, nos vemos en un rato. —Mi hermana. Jodidamente me corta el teléfono.
Mis amigas siguen hablando de cosas triviales, mientras que continúo con la búsqueda de mi ropa.
Luego de un rato, comienzo a desesperarme, porque cada vez tengo menos tiempo para ducharme y desayunar antes de ir a casa.
— Oye, Syd, tu pieza es un asco. —Lo único que encontré fue abrigo y mis vaqueros gastados. — ¿Tienes alguna idea de dónde puede estar mi ropa?
— Hayley, ¿por qué simplemente no vas a tu apartamento y te pones otra ropa? —Maddie se está impacientando. Hoy saldrá con un chico de su clase de Literatura Inglesa, y Syd va a cuidar a sus primos porque sus tíos se van de vacaciones.
Y yo estoy en vaqueros gastados y sujetador negro, buscando por lo menos mi blusa que usé para venir hasta aquí. Tomé mi abrigo y miré alrededor con urgencia.
— Gracias, Jimmy Neutron, por tu sugerencia, ¿quieres que salga en sujetador?
— Quien sabe… si tuviera tus pechos haría el intento. —Maddie se encoge de hombros. —Por lo menos conseguiría que me lleven.
Gemí en descontento.
— Joder, y tengo que conseguir un taxi para llegar hasta allá. —Encontré la llave de la casa de mi madre, y la puse en el bolsillo de mi abrigo.
— ¡A la mierda! —Quince minutos después, Syd me arranca el abrigo color negro de las manos y comienza a pasarme las mangas por los brazos. —Ciérratela.
Ni siquiera soy capaz de empezar a cerrarla y ya estamos fuera del departamento. Syd cierra con llave y las tres corremos abajo.
Estoy llegando tarde. Se supone que tenía que estar en casa al mediodía. Bien, adivinen qué hora es.
— ¡12 y 10 minutos! —Chilla Syd mirando su reloj mientras salimos por las puertas del departamento. El portero nos mira raro cuando pasamos corriendo. Comienzo a reducir la velocidad.
— ¡Oye! ¿Nunca viste a nadie llegar tarde, grandísimo idio…
— ¡Vamos! —Gritan ambas, tirando de mí hacia la puerta.
Cuando llegamos a la acera, nos damos besos de despedida rápidos y nos encaminamos a diferentes direcciones. Maddie a la parada de taxis, Sydney a la casa de sus tíos que queda a unas cuadras de su departamento, y yo a la residencia. ¿Mencioné que no tengo mis jodidas bailarinas? Probablemente me agarre algún tipo de contagiosa infección en mi pie y moriré, pero ¿qué es la vida si no se toman riesgos, verdad?
Subo las escaleras con rapidez, y cuando llego a la puerta me detengo abruptamente.
Joder. Maddie tiene las llaves.
Pienso en llamarla pero… dejé el estúpido teléfono en lo de Syd.
Bravo, Hayley.
— Tranquila, Hayley, respira. —Me paseo frente a la puerta de mi departamento, pensando en otra solución más que en la obvia.
Al final, opto por la única que se me ocurrió y me echo a correr por los pasillos, ignorando las miradas de desdén que me dan las perras de primer año cuando las empujo para pasar. Hoy no es mi día, damas, no se metan en mi camino.
Mientras llego abajo corriendo por las escaleras, recuerdo que tampoco tengo dinero, así que ni siquiera lo dudo: corro en dirección a casa como si un terrorista hubiera puesto una bomba a mi lado.
Dustin
— ¿Estás nervioso? —La misma voz que amé tanto hace tiempo habló junto a mí. — ¿Recuerdas como llegar? —Tenía su mano en el picaporte de la puerta de mi departamento, y yo miraba un artículo de la revista de Nathional Geographic con atención.
Si mis ojos se encontraran con su figura solo por un segundo, tal vez podría convencerme de que Hayley aún estaba conmigo. Su mismo cabello caoba, su nariz pequeña y respingona, sus pómulos, todo gritaba que era ella.
Excepto sus ojos y su sonrisa. Nunca había visto tanta vida en unos ojos hasta que conocí a Hayley West. Su aura destilaba vibras que jamás había sentido antes. Un espíritu rebelde, que vivía bajo propias reglas. Con tal solo mirar sus ojos casi violetas, era imposible no dejarla ser. Y su sonrisa… me hacía querer reír a sabiendas de lo que su sonrisa malvada era capaz de hacerle a mi organismo.
Cualquier persona que viera a ambas gemelas, no podría distinguir su parecido. Incluso yo me llevé una sorpresa cuando conocí a Chloe.
Recuerdo haberla visto de espaldas y creí que era algún tipo de mierda que te da el destino de vez en cuando. Ella me había engañado con mi propio hermano, mierda, no tenía por qué sentir lo que en esos momentos sentía.
Excitación. Entusiasmo. Alegría. Amor.
Y esos mismos estúpidos sentimientos, fueron los que hicieron que camine hasta ella y ponerme a su lado, fingiendo que estaba buscando un libro, esperando que me vea.
Incluso si me ganaba un golpe en mis partes nobles, merecía la pena que Hayley me mire con ese fuego otra vez. La amaba tanto que a veces sentía que mi corazón iba a salirse de mi pecho.
Por eso, cuando miró en mi dirección y me dio una sonrisa angelical y sincera, me di cuenta que no era ella.
Tal vez tiene algún trastorno de personalidad que no me di cuenta, pensé.
— Hola. —A la mierda, si ella seguía con este tipo de actitud, la besaría con fuerza para que me recuerde.
— Hola. — Sonrió, como si no tuviera ningún problema en el mundo, y mi corazón dio un vuelco cuando vi su expresión tan pacífica y calma.
Esta no eres tú, Hayley West. ¿Dónde está la chica de la que me enamoré?
— Soy Dustin. — ¿Y si no había significado nada para ella? ¿Realmente era posible de que haya sido tan poca cosa en su vida que me había olvidado? ¿Después de todo lo que pasamos?
— Soy Chloe. Chloe West. —Me tendió su mano, pero yo la miré fijamente.
Joder. Simplemente estas cosas no pasan en la vida real. No era posible que hubiera encontrado con la hermana gemela de mi ex. Miré en sus ojos un poco más, convencido de que estaba jugando conmigo. Le di la mano sin embargo, y analicé un poco más su comportamiento.
Al final, por mucho que deseara que fuera ella, no lo era. Lo supe cuando sacó “Cumbres borrascosas” del montón de libros del mismo género y lo dejó bajo su brazo. También me di cuenta que era su gemela cuando me preguntó si necesitaba ayuda buscando algún libro de la estantería.
Hayley sabría perfectamente que los únicos libros que leo son los históricos. Nada de romanticismo.
Y, por último, me di cuenta cuando me pidió reunirnos en un Starbucks la próxima semana, luego de hablar de cosas triviales. ¿Adivinen qué? Mi ex novia loca odiaba los Starbucks más que las aceitunas. Decía que era una tonta cafetería hipster, donde había montones de tontos chicos siendo algo que no son. Yo pensaba que era bastante dura con todo el mundo, pero aun así adoré su franqueza.
No sé por qué acepté verme con Chloe. Tal vez era algún tipo de desespero que sentía desde que Hayley y yo terminamos, y quería lo más parecido a ella que podría conseguir. Solo puedo decir que ahora estaba en un auténtico lío, temiendo por mis partes nobles —ahora con una certeza comprobable— y con una chica que era físicamente igual a la chica que aún estaba enamorado.
Quería a Chloe, sin embargo. Ella me vio roto y triste, y aun así arriesgó su propio corazón al enamorarse de mí, algo que Hayley, por lo que me había demostrado, no había hecho. Creo que eso fue lo peor de todo, nunca estuvo enamorada de mí.
Te amo pero…
Una mentira.
Desde ese día, estoy tratando de convencerme de que estoy con la gemela correcta.
— Cielo. —Volví al presente y miré a Chloe que me miraba impaciente.
— Lo siento. —Sacudí mi cabeza. — ¿Qué decías?
***
Aparqué el auto de Zack frente a la dirección que Chloe me había dado. La casa era de dos pisos, con rejas blancas y enredaderas que escalaban la pared del lado izquierdo artísticamente. Tenía un jardín delantero, y había una entrada al trasero.
Salí del auto y quité de mis ojos mis gafas de aviador y caminé hasta las escaleras del pórtico, y toqué mi puño en la puerta con suavidad. Sintiendo pasos del otro lado de la puerta, miré mi reloj y sonreí internamente. 12:15 pm.
Nada mal, Marshall.
Chloe abrió la puerta, y de un tirón a mi camiseta, estaba adentro de la casa, más concretamente la sala.
— ¡Gracias a Dios que llegaste!
Fruncí el ceño. —Pensé que dijiste que tenía que venir a las…
— ¡Lo sé, lo sé! —Parecía estar a punto de una crisis, caminando de un lado al otro. — No sé qué demonios pasó…
— ¡Dustin! —La voz de una mujer me hizo mirar hacia las escaleras. —Llámame Anna. —Llegó hasta mí y tomó mi mano. Sus ojos verdes eran alegres y cálidos, y el pelo era el mismo tono que el de las hermanas.
— Dustin Marshall, un placer conocerla. —Estaba haciendo un esfuerzo sobre humano por no maldecir en la casa de Chloe.
— ¿Hayley? — Un hombre con cabello castaño entró a la sala desde lo que supongo que es la cocina. Tenía el estómago redondeado ligeramente, y podría decirse que estaba en sus cuarenta y largos. —Oh, eres tú. —La frustración en su cara era palpable.
— Cierra el pico, Fred. —Amonestó Anna.
— Papá. —Chloe tomó mi mano, y le sonreí alentadoramente. —Él es Dustin Marshall, mi…
— Sí, tu novio. Ya entendí. —Se acercó a pasos amenazantes y se puso a mi altura. — ¿Qué intenciones tienes con mi hija?
Abrí la boca para contestar, pero luego la volví a cerrar cuando su madre habló.
— Deja de intimidar al pobre chico. —Frunció el ceño, y luego volvió a mirar a su hija. — ¿Dónde está tu hermana? —Mi estómago se apretó.
— No lo sé. —Suspiró Chloe. —Hablé con ella esta mañana, dijo que vendría.
— Sabes que tiene muchas presiones con la universidad, cariño. — Su madre sonrió con compasión, como si tuviera pena de Chloe.
— ¿Hablaste con ella sobre mí tranquilidad? —Su padre se cruzó de brazos.
— Sí. —Chloe rodó sus ojos.
— ¿Qué dijo al respecto?
— Dijo que puedes  meterte tu paz en…
— ¡ESTOY AQUÍ! —Mi garganta, mi estómago y mi corazón —sobre todo ese estúpido órgano humano— se apretaron al sonido de su voz.
Esa voz que amaba tanto.
La puerta se abrió y todos nos dimos vuelta ante el sonido de pisadas en la sala.
Su pelo caoba estaba enredado, como si acabara de salir de la cama. Sus ojos estaban cerrados fuertemente y podía ver corriendo gotas de transpiración sobre su frente. No había ningún tipo de maquillaje en su rostro. Su pecho subía y bajaba drásticamente, como si hubiera corrido algún tipo de maratón sin parar. Tenía unos vaqueros y un abrigo un poco abierto, mostrando la inexistente ropa, y dejando ver su sujetador negro; sus pies estaban descalzos, dejando ver sus uñas color azul a la vista de todos los que estábamos en la sala.
Seguía siendo la criatura más hermosa que alguna vez haya visto.
— ¡Hija! —Su madre corrió a la puerta, donde Hayley estaba apoyada. — ¿Qué te pasó?
— No encontré las…—Abrió de repente sus ojos, como si hubiera sentido me mirada, y su boca se abrió con horror, reconociéndome, encontrándose conmigo por primera vez desde hace meses.
Con que ésta era la gemela correcta.
Hayley
No era posible, pero a la vez sí. Claramente era él. Dustin Marshall estaba dentro de mi casa, junto a mis padres.
Tomando la mano de mí hermana.
Creo que voy a vomitar. Correr como si tu vida dependiera de ello y ver a tu ex novio con tu hermana gemela no es una buena combinación.
Parpadeé varias veces, deseando con todas mis fuerzas que sea un sueño. Una pesadilla, más bien. Pero sabía que era real.
¿Era algún tipo de reality que mi mamá había contactado para ganar dinero? Esperaba que sea eso, también. Cualquier cosa antes de considerar que mi hermana estaba con Dustin.
— ¿Hayley? — Mamá pasó una mano por mi cabello suavemente, mirándome. — ¿Qué pasó?
No podía hablar. Mi garganta estaba obstruyendo mi voz con un nudo del tamaño de una sandía que no podía tragar. Por primera vez en meses, quería llorar como una niña pequeña en los brazos de mi madre.
Si no hubiera tanta gente mirando.
— Nada, no pasó. —Bajé la mirada para que nadie viera las lágrimas en mis ojos. Chica dura, sí, claro. — Tuvimos una noche de chicas en lo de Syd y… olvidé mis llaves.
— ¿No tuviste tiempo para pasar y tocarle la puerta a tu amiga loca y conseguir un poco de ropa? —Mi padre refunfuñó, pero ni siquiera me molesté en fulminarlo con la mirada.
— No estaba. —Miré a Chloe, y le di una sonrisa temblorosa. ¿Sabría que era mi ex? Probablemente no. —Siento llegar tarde.
— Todo está bien. —Sonrío, pero no ocultó su ceño fruncido de preocupación. Tenía un aspecto terrible.
Me levanté, rezando a los astros para que Chloe no haga las presentaciones con Dustin hasta que pudiera recomponerme en la soledad de mi antiguo dormitorio, y la miré.
— ¿Tienes ropa o algo? —Cerré mi abrigo hasta la barbilla y miré mordazmente a mi padre.
— Sí, claro. —Asintió, y luego me miró con una sonrisa. —Este es Dustin Marshall, mi novio. —Miré su perfil mientras se dirigía a Dustin. Ni siquiera pensé en mirarlo. — Ella el Hayley, como te darás cuenta. La hermana gemela loca de la que te hablé.
Ninguno de los dos hizo ademán para saludarse. No nos mirábamos a los ojos, tampoco.
Ni siquiera puedo expresar cuanto lo odio ahora mismo.
— Un placer. —Levantó su mano, y noté como temblaba ligeramente. También vi la mirada de duda en el rostro de mi hermana, y me di cuenta que tendría que fingir que no lo conocía.
¿Cuántas mentiras podían involucrar a una sola persona?
Muchas.
Seguía siendo el mismo culo caliente que cuando lo conocí. Cabello negro azabache tirado hacia arriba en puntas y ojos del color del musgo, pero más brillantes. Nariz recta y un hoyuelo en la mejilla derecha que hacia babear a toda la población femenina, e incluso una parte masculina. Su cuerpo seguía tan en forma como siempre, y por un momento creí que no habían pasado más de unos pocos días desde que rompimos.
Tomé su mano y la sacudí, ignorando el estremecimiento familiar que subió por mi brazo. Su mano seseguía siendo igual de cálida y fuerte, y una parte de mi odio cuando nos soltamos y tomó la de mi hermana. Como si estuviera demostrando lo que había aprendido la noche de la fiesta: que soy fácilmente reemplazable.
No llores, Hayley. No merece una gota de tus conductos lagrimales.
Con mis ojos cristalizados —y sé que él lo notó— le sonreí, sin una pizca de calidez.
— ¿Estás bien, Hay? —Chloe me miró e intentó acercarse a mí, pero retrocedí y caminé hacia las escaleras.
—Perfecta.
***
Lo primero que hice al llegar a la habitación que había compartido con mi hermana, fue intentar quitarme el abrigo con suavidad, pero cuando el cierre no cedía, lo rompí.
Busqué en el armario, donde la mayoría de las cosas eran rosas, y tomé cualquier ropa sin una segunda mirada. No me importaba ponerme un vestido de gala o un tutú, no quería bajar en primer lugar.
Cuando llegué y entré a la ducha, comenzaron las lágrimas. Primero fueron silenciosas, y luego se convirtieron en sollozos ahogados por el ruido del agua corriendo.
Sentía que por primera vez odiaba a mi hermana tanto como lo odiaba a él. De la manera en que odiaba a Dustin: era la sensación de odiarlo tanto como lo amaba.
Odiar su falta de hermandad, incluso aunque sea inconsciente. La manera en que lo miraba. Que le sonreía.
Y él le sonreía de vuelta. Como solía hacerlo conmigo.
Lo fácilmente reemplazable y sin valor que me sentí cuando miré a ambos. La perfecta combinación: chico protector y chica indefensa.
La manera en que sentí como yo era la que siempre sobró, siendo que yo lo vi primero. Como si fuera un estúpido triángulo amoroso y fuera la chica que al final se queda sola. La que todo el mundo le tiene lástima.
Los odio.
Y no podía evitarlo.
Me deslicé por los azulejos del baño y me senté, no queriendo salir nunca de la calidez de la ducha.
Nunca les perdonaría esto. Incluso si Chloe no lo sabía, no podría. Mi orgullo y mi corazón estaban dañados en partes iguales. O eso era de lo que me quería convencer.
***
— Entonces, Dustin…—Comenzó mi mamá cuando estábamos todos sentados en la mesa. — ¿Qué haces?
— Estudio. —Respondió él con simpleza. — Y trabajo como ayudante en la facultad.
— Tiene una beca. —Comentó mi hermana, y justo en ese momento decidí apuñalar mi filete.
— ¿Qué te interesa? —Preguntó mi madre.
— Historia. —Mi hermana volvió a contestar por él, y quise gritarle que lo deje hablar, a Dustin le encantaba explicar su pasión por la historia. Pero me detuve, recordando que no era mi problema.
— Oh. —Dijo mamá con una sonrisa.
— Hayley, ¿cómo va la escuela? —Preguntó Chloe y yo rodé mis ojos.
— Fantástica. —Tomé agua, y la miré con mi cara de póker.
— ¿No conseguiste que te echen todavía? —Mientras que mamá y Chloe siempre habían estado felices de que estudie, papá pensaba que era una pérdida de tiempo. Siempre creyó que aún era demasiado pequeña para estudiar, pero no para trabajar. Aún tienes tiempo, decía él cuando yo comenzaba a hablarle sobre lo que quería hacer cuando me graduara de la escuela secundaria.
— Nop, aún no. —Sonreí cínicamente y luego miré a mi hermana. — ¿Paz? Sí, claro.
— ¿Cómo se conocieron? —Mamá intentaba cambiar el foco de la conversación hacia la pareja enamorada. Dulce.
— En una biblioteca. —Dijo Chloe, y le dio un sorbo a su zumo de naranja. —Ambos buscábamos algo para leer en la sección de clásicos.
Me ahogué con el puré que estaba comiendo. ¿Dustin? ¿Literatura clásica?
— Hayley, ¿estás bien? —Mamá me palmeó la espalda, visiblemente preocupada.
— Sí, estoy bien. —Le dije cuando pude contestar.
Por primera vez durante todo el almuerzo, lo miré. Noté que también me miraba, con una mirada que intentaba comunicar algo, no sé…
— ¿Puedes atender? —Mi hermana me preguntó cuando sonó el teléfono luego de comer, mientras todos estábamos sentados en la sala y Dustin charlaba con mis padres.
Me levanté y fui a donde descansaba el aparato en una mesita pequeña junto a la puerta de la cocina.
— ¿Hola?
—  ¡Hayley! Tu celular está en mi departamento.
— Dios mío, no me digas. —Llevé el teléfono hasta la cocina con una sonrisa, sabiendo que Syd me escucharía y me dejaría descargarme en contra de cada ser vivo existente.
— Já, bueno. No quería que pienses que lo habías perdido. —Respondió. — Gracias, Sydney, eres la mejor.
— Eso es una pobre imitación de mi voz. —Señalé riéndome.
— Lo sé. —Respondió ella. — Entonces, ¿cómo va todo?
— Bien… vamos a ver. —Fingí pensar. — ¿Si te dijera que Dustin Marshall es el novio de mi hermana gemela, me creerías?
La línea se quedó en silencio.
— No estás jodiéndome.
— Syd, desearía estar jodiéndote. Pero lamentablemente él es lo suficientemente hijo de puta.
— ¿Tu hermana lo sabe?
— No lo sé. No lo creo. Pero de todas formas…
— ¿Qué?
— Syd, estoy tan enojada con ella. —Suspiré y me senté en la mesa de la cocina. — Siento como si me hubiera robado a Dustin.
—Ella no te…
— ¡Lo sé! Y eso es lo que más odio de todo.
— Hayley, creo que te metiste en un buen lío.
— No me digas.
Luego de unas pocas palabras más, colgamos y comencé a volver cuando la puerta se abrió.
Paré de caminar cuando vi a Dustin parado en la puerta.
— Hayley…
  

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