PRÓLOGO
El consuelo
Las paredes blancas con una guarda
azul cielo parecían demasiado familiares para mí. ¿Cómo podía ser eso tan
familiar? Parecía una mala jugada del destino la que me había traía a este
lugar otra vez. Las camas pulcramente hechas, el olor a desinfectante, y las
ventanas que daban a la ciudad se habían convertido en mí día a día.
Parpadeé repetidas veces, porque en
ocasiones pensaba que todo esto había sido un mal sueño, pero mientras los días
pasaban y la imagen de las guardas azules seguían siendo las mismas, mis
esperanzas de poder despertar se volvían polvo delante de mí.
Ojala pudiera decir que todo esto
había sido gracias a hechos totalmente desconectados entre sí que le pasaron a
una sola persona, pero cuando te encuentras en una habitación de hospital
tantas veces, te preguntas si de alguna manera el destino realmente existe, o
solo es la vida lo que nos trae a lugares como estos porque la dejamos. Si les
hubiera dado mi opinión meses atrás, podría haberles dicho que era el destino.
Pero creo que más que eso, somos nosotros los que nos traemos a donde estamos.
Tal vez sin darme cuenta yo quería terminar donde estoy, porque cada decisión
que tomamos dice lo que somos y a donde queremos llegar. O eso decía mi
hermano, Josh.
Me asusta lo que él diría si nos
viera todos así.
Siempre me asustó decepcionarlo
porque me hacía sentir la persona más querida del mundo. A pesar de los
secretos que no sabía que estaban, eso no cambia lo mucho que lo extraño, y lo
difícil que es vivir sin él. Cada persona que quiero me recuerda lo que hice,
porque sé que nada de esto hubiera pasado si Josh estuviera aquí. De hecho,
todo esto pasó porque me dejó a mí para juntar los pedazos de otros, cuando ni
siquiera podía ser capaz de levantarme por mí misma.
Y ahora estoy mirando la puta guarda
azul que hace un contraste de mierda con las paredes blancas, mientras que no
puedo mirar a las personas que están en la habitación porque tengo vergüenza,
vergüenza de todo lo que les hice pasar.
Sé que ellos intentan hablarme,
hacerme que los mire, pero no me siento capaz de mantenerme fuerte como se lo
prometí a mi hermano. Quiero tanto, pero solo puedes dar tanto de ti mismo
hasta quedarte sin nada.
Lo supe desde que me dijeron que mi
hermano no respiraba, y aunque parecen años lejanos, no fue tanto tiempo. Y
nada de lo que pasó me hizo cambiar de idea. Yo había tocado fondo. Tal vez
tuve momentos que atesoraré siempre, o que encontré el amor donde no pensé que
podría encontrar, o conocí a personas que no me arrepiento de conocer, pero
nada de eso importa ahora.
Dejo de mirar las guardas azules y
cierro los ojos porque mi vista se siente cansada, mi cabeza grita y mi cuerpo
me traiciona todo el tiempo, sintiendo cosas que no quiero sentir y viendo
guardas azules que no quiero ver.
Solo quiero, solo por un día, ser
una persona diferente, que tuvo una vida diferente con problemas diferentes.
Pero que sea fuerte, valiente y sepa hacer orgullosos a los que lo rodean.
Con el paso de los meses, pensé que
podía serlo. Me convencí de que tal vez, si trataba de ayudar a todos lo
suficiente, mi culpa se apaciguaría al menos un poco, lo suficiente como para
permitirme seguir respirando.
Por supuesto que nada de eso pasó.
Lo único que logré fue una catástrofe. No creo que haya querido llegar hasta este
punto, pero a medida que pasan los días…estoy cada vez más convencida de que me
estaba haciendo daño a mí misma. ¿No lo merezco, sin embargo? La gente que
conozco siempre decía que no fue culpa mía, que Josh estaba manejando y no yo,
que los accidentes ocurren y no hay nada que pueda detenerlos. Pero tenían esa
mirada en los ojos, como si en su interior me estuvieran juzgando y solo lo
decían porque querían hacerme sentir mejor aunque no lo merecía.
Todo sobre los consuelos a otros era
una contradicción. Intentas hacerlos sentir mejor, pero en realidad sabes que
no hay nada que puedas decirles que calme ese dolo. No puedes decir lo que
piensas, y sin embargo muchas veces lo que sientes es más fuerte que ti mismo,
y no puedes evitar lo que tus ojos están diciendo.
Yo ya no creo en los consuelos.
Nunca me hacen sentir mejor como se supone que lo hagan.
A lo lejos, como si estuviera fuera
de la habitación blanca con guardas azules, oigo murmullos. Si me acercara un
poco podría distinguir lo que dicen, pero no quiero saberlo. La puerta se abre
y sé que Molly, la misma enfermera que se presenta a la misma hora todos los
jueves, entra para echarme un vistazo. ¿Ponerle algo a mi suero? ¿Drogarme?
¿Intentar hablarme? ¿Asegurar de que no me suicidé la noche anterior? Si
pudiera hablar, le diría que me deje sola, y que solo me haga dormir con esos
líquidos mágicos que ella siempre tiene en sus bolsillos. Le diría que estoy
más allá de tratar de matarme, porque no tengo fuerzas para nada. Solo para
respirar y abrir los ojos cuando creo que es conveniente hacerlo, pero ni
siquiera muevo mi mirada.
La puerta se cierra al cabo de unos
cuantos minutos, y sé que Molly se fue, pero sé también que ellos no se han ido, sin embargo. Vienen
aquí todos los días. A veces se turnan, porque tienen una vida además de venir
aquí, pero hoy están todos llenando la habitación. Sé que quieren que les diga
algo, o por lo menos que los mire, pero no puedo. No quiero encontrar esa
crítica que sé que tiene estará ahí.
¿Por qué no se van?, ¿No los ignoré
lo suficiente?, ¿Acaso tengo que fingir estar loca, y comenzar a tirar cosas en
la habitación? Tal vez es lo mejor. Pero tengo la sospecha de que la tristeza
por mí aumentará, y sé preguntarán que hicieron mal conmigo.
Nada.
Ellos no hicieron nada.
Fui yo. Todo esto es mi culpa, lo
sé. Si pudiera les diría lo siento,
al menos, pero cada vez que siquiera intento pensarlo, mi instinto me grita que
nada servirá, y que será algún tipo de consuelo.
Un consuelo que no existe.
Se preguntarán por qué estoy aquí,
por qué digo todo esto, por qué no quiero hablar con ellos.
Pues bien, comienza algo más o menos
así.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario