martes, 2 de diciembre de 2014

Stay Strong

PRÓLOGO
El consuelo

Las paredes blancas con una guarda azul cielo parecían demasiado familiares para mí. ¿Cómo podía ser eso tan familiar? Parecía una mala jugada del destino la que me había traía a este lugar otra vez. Las camas pulcramente hechas, el olor a desinfectante, y las ventanas que daban a la ciudad se habían convertido en mí día a día.
Parpadeé repetidas veces, porque en ocasiones pensaba que todo esto había sido un mal sueño, pero mientras los días pasaban y la imagen de las guardas azules seguían siendo las mismas, mis esperanzas de poder despertar se volvían polvo delante de mí.
Ojala pudiera decir que todo esto había sido gracias a hechos totalmente desconectados entre sí que le pasaron a una sola persona, pero cuando te encuentras en una habitación de hospital tantas veces, te preguntas si de alguna manera el destino realmente existe, o solo es la vida lo que nos trae a lugares como estos porque la dejamos. Si les hubiera dado mi opinión meses atrás, podría haberles dicho que era el destino. Pero creo que más que eso, somos nosotros los que nos traemos a donde estamos. Tal vez sin darme cuenta yo quería terminar donde estoy, porque cada decisión que tomamos dice lo que somos y a donde queremos llegar. O eso decía mi hermano, Josh.
Me asusta lo que él diría si nos viera todos así.
Siempre me asustó decepcionarlo porque me hacía sentir la persona más querida del mundo. A pesar de los secretos que no sabía que estaban, eso no cambia lo mucho que lo extraño, y lo difícil que es vivir sin él. Cada persona que quiero me recuerda lo que hice, porque sé que nada de esto hubiera pasado si Josh estuviera aquí. De hecho, todo esto pasó porque me dejó a mí para juntar los pedazos de otros, cuando ni siquiera podía ser capaz de levantarme por mí misma.
Y ahora estoy mirando la puta guarda azul que hace un contraste de mierda con las paredes blancas, mientras que no puedo mirar a las personas que están en la habitación porque tengo vergüenza, vergüenza de todo lo que les hice pasar.
Sé que ellos intentan hablarme, hacerme que los mire, pero no me siento capaz de mantenerme fuerte como se lo prometí a mi hermano. Quiero tanto, pero solo puedes dar tanto de ti mismo hasta quedarte sin nada.
Lo supe desde que me dijeron que mi hermano no respiraba, y aunque parecen años lejanos, no fue tanto tiempo. Y nada de lo que pasó me hizo cambiar de idea. Yo había tocado fondo. Tal vez tuve momentos que atesoraré siempre, o que encontré el amor donde no pensé que podría encontrar, o conocí a personas que no me arrepiento de conocer, pero nada de eso importa ahora.
Dejo de mirar las guardas azules y cierro los ojos porque mi vista se siente cansada, mi cabeza grita y mi cuerpo me traiciona todo el tiempo, sintiendo cosas que no quiero sentir y viendo guardas azules que no quiero ver.
Solo quiero, solo por un día, ser una persona diferente, que tuvo una vida diferente con problemas diferentes. Pero que sea fuerte, valiente y sepa hacer orgullosos a los que lo rodean.
Con el paso de los meses, pensé que podía serlo. Me convencí de que tal vez, si trataba de ayudar a todos lo suficiente, mi culpa se apaciguaría al menos un poco, lo suficiente como para permitirme seguir respirando.
Por supuesto que nada de eso pasó. Lo único que logré fue una catástrofe. No creo que haya querido llegar hasta este punto, pero a medida que pasan los días…estoy cada vez más convencida de que me estaba haciendo daño a mí misma. ¿No lo merezco, sin embargo? La gente que conozco siempre decía que no fue culpa mía, que Josh estaba manejando y no yo, que los accidentes ocurren y no hay nada que pueda detenerlos. Pero tenían esa mirada en los ojos, como si en su interior me estuvieran juzgando y solo lo decían porque querían hacerme sentir mejor aunque no lo merecía.
Todo sobre los consuelos a otros era una contradicción. Intentas hacerlos sentir mejor, pero en realidad sabes que no hay nada que puedas decirles que calme ese dolo. No puedes decir lo que piensas, y sin embargo muchas veces lo que sientes es más fuerte que ti mismo, y no puedes evitar lo que tus ojos están diciendo.
Yo ya no creo en los consuelos. Nunca me hacen sentir mejor como se supone que lo hagan.
A lo lejos, como si estuviera fuera de la habitación blanca con guardas azules, oigo murmullos. Si me acercara un poco podría distinguir lo que dicen, pero no quiero saberlo. La puerta se abre y sé que Molly, la misma enfermera que se presenta a la misma hora todos los jueves, entra para echarme un vistazo. ¿Ponerle algo a mi suero? ¿Drogarme? ¿Intentar hablarme? ¿Asegurar de que no me suicidé la noche anterior? Si pudiera hablar, le diría que me deje sola, y que solo me haga dormir con esos líquidos mágicos que ella siempre tiene en sus bolsillos. Le diría que estoy más allá de tratar de matarme, porque no tengo fuerzas para nada. Solo para respirar y abrir los ojos cuando creo que es conveniente hacerlo, pero ni siquiera muevo mi mirada.
La puerta se cierra al cabo de unos cuantos minutos, y sé que Molly se fue, pero sé también que ellos no se han ido, sin embargo. Vienen aquí todos los días. A veces se turnan, porque tienen una vida además de venir aquí, pero hoy están todos llenando la habitación. Sé que quieren que les diga algo, o por lo menos que los mire, pero no puedo. No quiero encontrar esa crítica que sé que tiene estará ahí.
¿Por qué no se van?, ¿No los ignoré lo suficiente?, ¿Acaso tengo que fingir estar loca, y comenzar a tirar cosas en la habitación? Tal vez es lo mejor. Pero tengo la sospecha de que la tristeza por mí aumentará, y sé preguntarán que hicieron mal conmigo.
Nada. Ellos no hicieron nada.
Fui yo. Todo esto es mi culpa, lo sé. Si pudiera les diría lo siento, al menos, pero cada vez que siquiera intento pensarlo, mi instinto me grita que nada servirá, y que será algún tipo de consuelo.
Un consuelo que no existe.
Se preguntarán por qué estoy aquí, por qué digo todo esto, por qué no quiero hablar con ellos.
Pues bien, comienza algo más o menos así.

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