lunes, 14 de julio de 2014

Guerra de corazones rotos

1

Hayley

— Maddie, no me hagas hacerlo. —Le advertí seriamente.

— ¡OH, AL DIABLO CON ESTO! —Los cuadernos y fotos de su escritorio volaron por todas partes, formando una mueca en mi cara.

— Madeleine, encuentra tu eje…

— ¡BUSCA EL PUTO EJE TÚ MISMA!

Alguien tocó la puerta.

— ¿QUÉ? —Gritamos ambas con furia.

Una tímida Sydney se asomó por la rendija de la puerta, y automáticamente mi mejor amiga desvió su atención a otra parte.

— Tengo tus apuntes. — Su cabello castaño comenzaba a asomarse a medida que abría con lentitud la puerta de nuestro dormitorio.

— Gracias, Syd. —Le sonreí. Tomé las anotaciones de matemática de la semana pasada, y las dejé lo más lejos posible de la rabiosa Maddie.

— ¿Cómo puedes estar relajada cuando Maddie tiene ataques como estos? Tengo miedo de ella cuando se pone así, parece una de las hermanas Gorgona en trabajo de parto. —Se estremeció, y rodé los ojos.

— Está bien, estás exager…

— HIJOS DE PUTA, MALDITOS MUNDANOS DE MIERDA. MUGGLES.  

— Oh, al diablo con esto. — Corrí a mi mesa de noche y tomé la jeringa que guardaba de Maddie. Acto seguido, busqué el sedante, y lo introduje dentro del artefacto.

Dos minutos después, Maddie estaba durmiendo pacíficamente en su cama.

— No puedo creer que un cuerpo tan pequeño cause tantos desastres. — Syd murmuró. Ambas comenzamos a juntas las cosas del suelo que se encontraban esparcidas por todo el espacio.

— Dímelo a mí.

— ¿Por qué fue esta vez? — Preguntó Sydney.

— Lamentablemente, Maddie comprobó por las malas que no importa cuántas veces veas Titanic, Leonardo DiCaprio sigue ahogándose al final de la película.

Mi amiga soltó una risita.

— Las películas tristes no son su fuerte. —Agregué. — Todas terminan en desastres.

— ¿Qué no vio Siempre a tu lado, Hachiko la semana pasada con Jake Harris? No parecía toda loca cuando volvió de su casa. — Frunció el ceño.

— ¿Acaso viste a Jake Harris en la clase de trigonometría ayer?

— Dijeron que estaba en el hospital.

— Exacto. Al parecer el pobre chico insinuó que el perro era un estúpido por no irse a la mierda luego de tanto esperar.

Syd paró de barrer.

— Joder, que estúpido.

— Quiero decir, ¿qué imbécil sin corazón dice eso?

Ambas nos miramos y luego dijimos juntas: — Jake Harris.

— Ahora no me siento tan asustada de Maddie. Puede darle lo que merece a chicos como esos.

— Tuvo lo que merecía y más, créeme. — Tomé un retrato donde aparecíamos mi hermana Chloe y yo en el parque de nuestra casa. Sonreí ante el recuerdo.

— ¿Cómo está tu hermana? — Syd la había adorado automáticamente cuando la conoció. Dijo que ver a alguien genéticamente igual a mí que sonreía dulcemente era una cosa bizarra para sus ojos de mortal. Palabras reales.

— Va a llevar a su nuevo novio a almorzar mañana. — Mi sonrisa se desvaneció.

— ¡¿Novio?! —Chilló, dando saltitos. Lástima que yo no esté tan emocionada.

— Seh. — Mi desganó por fin captó su atención.

— ¿Qué tienes? — Frunció sus cejas castañas.

— Nada, es solo…— Suspiré y la miré. — Ella solo… lo ocultó de todos. Incluso de mamá. Ella está un poco herida. — Dejé el marco en el escritorio y me senté en mi pequeña cama, de repente un poco cansada.

— Oh. —Sidney usaba ese tonto tono de madre cuando sus hijos le están hablando de sus problemas de niños. Condescendencia. — Entonces tu mamá está herida, eh…— Entrecerré mis ojos hacia ella.

— Mejor no pienses algo que no es, Syd.

— Oh, claro que no. — Apoyó su cabeza en mi hombro. — Porque sería algo tonto que hagas, ya que ocultaste a tu novio de toda tu familia, incluso de tu mejor amiga y hermana todo el tiempo que duró.

La miré con un fantasma de sonrisa en mi rostro. Procuraba no pensar en aquel chico idiota del cual me enamoré perdidamente tiempo atrás. Dustin sacudió mi mundo entero cuando se presentó sin avisar y también cuando se fue de la misma forma. Metafóricamente hablando, claro, porque yo fui la que se salió por la puerta de su departamento y nunca más miró atrás.

¿Cuál había sido la cuestión? Él jodidamente me engañó. Dustin y su estúpido ego, que no se separaban ni para ir al baño.

Mantente en tu eje, Hayley.

— Debí haberme dado cuenta. —Apoyé mi mentón en las palmas de mis manos. — Chloe parecía tan distraída y un poco distante, pero realmente no las vi mucho ni a ella ni a mamá. —La universidad podía ser una verdadera perra algunas veces.

— ¿Y tú papa no tenía idea, tampoco? — Puse mis ojos en blanco.

— Mi padre solo tiene ojos para dos cosas en la vida, querida amiga: Él mismo, y el jodido espejo que usa en la mañana.

Sydney se rió.

— No seas tan cruel. Tu papa te quiere mucho.

—Sé que lo hace, pero realmente tiene que pasar esa etapa de querer ser hermano de tus hijas. — Tomé una cinta para el pelo y comencé a atármelo. — El divorcio jodió la cabeza de mis padres, definitivamente.

— ¿Tu mamá también?

— Nah, ella no llega a esos extremos. Pero quiere dejar su trabajo como maestra para unirse a un grupo hippie con sus amigos de la secundaria.

— ¿Grupo hippie? — Preguntó Syd.

— Bueno, ellos dicen que son hippies, pero creo que son solo adultos con traumas severos y adolescencias frustradas. — Me encogí de hombros. — También se anotó en las clases de paracaídas. — Esa era la nueva y reciente noticia que rondaba en el círculo familiar. —Mi prima Isla lo mencionó la semana pasada, pero cuando llegó a casa me pidió que tome su lugar.

— Por el amor de Dios, tu familia es extraña. — Gimió Syd.

— Lo son. — Concordé riéndome. — Lo único que espero es que no aparezca en las noticias por hacer algún tipo de protesta en fábricas de cosméticos o algo así. — Comencé a imaginarme el escenario y mi risa cesó. — Dios, por favor, que no suceda eso.

— Por lo menos sabes que nunca habrá un momento aburrido. — Ante su comentario, resoplé.

— Preferiría las cosas aburridas, muchas gracias.

—  Si tuvieras que pasar las noches de sábado con mis padres haciendo tarjetas de navidad para personas que no conoces, te unirías al grupo hippie con tu mama tú misma. —Rodó sus ojos y me pegó con mi almohada en la cara.

— Si tuvieras que pasar día de compras con mi padre guiñándole el ojo a señoras con uñas color rojo sangre y demasiada pintura en su cara, definitivamente te pondrías a hacer tarjetas. — Tomé la almohada y se la tiré de vuelta.

— Ugh… ¿de qué demonios están hablando? —La voz adormilada de Maddie nos hizo mirarla.

— Grupos Hippie. — Dijo Syd, y compartimos una mirada cómplice.

— Y tarjetas de navidad. — Agregué yo, sonriendo.

Madeleine miró entre nosotras con los ojos más abiertos de lo normal, como si realmente estuviera esforzándose por entendernos, hasta que rodó sus ojos y se rindió.

— ¿Me neutralizaste otra vez, pequeña sabandija? — Sus rulos castaños saltaron cuando se levantó y se sentó junto a nosotras. Cualquier otra persona llamándome “pequeña” hubiera sido normal, pero viniendo de la chica que tenía que sentarse adelante en las salas de cine por su metro y medio… era algo que carecía completamente de sentido.

— Realmente no tuve otra opción. —Me encogí de hombros. — Parecías dispuesta a destruir cada objeto del departamento y reducirlo a simples partículas subatómicas.

— No exageres. — Dijo ella, y apoyó su mejilla en mi hombro. — No soy tan destructiva.

— Eres destructiva. — Le dije con ambas cejas levantadas. — Una pequeña cosa con aspecto tierno, pero jodidamente destructiva.

— Y aun así te amamos. — Susurró Syd, y apoyó su mejilla en mi otro hombro.

Nos mantuvimos abrazadas un momento, y Maddie dijo de repente. — ¿Saben que si pudiera controlarme lo haría, verdad? Yo no quiero ser así. — Parecía a punto de llorar, lo que no era un buen presagio para sus nervios de por sí sensibles.

— No te preocupes. — Le dije, intentando sonar más despreocupada de lo que me sentía. — Mientras tenga suficiente somnífero semanal como para dormir a un elefante, todo esta bien. —Besé su cabeza rubia, y les di un golpecito a ambas. — Joder, no sean tontas. No quiero llantos, ¿entendido? O voy a patear sus traseros. — Advertí.

Syd se rió entre dientes, aunque sus ojos castaños parecían acuosos, al igual que los azules de Maddie.

— Oigan. — Sydney se levantó de repente, con una sonrisa dividiendo su cara. — ¿Qué les parece una pijamada?

— No. — Dije con voz sufrida. — Me gustan mis uñas tal y como están.

— Hayley. — Advirtió Maddie, y tomó mi mano. — Tus uñas están desarregladas, y el esmalte se está yendo. Necesitas una intervención.

— Coincido con M. — Nadie más que ella le decía M, ni siquiera yo. Madeleine odiaba que le digan así, pero el tono dulce y suave que usaba Syd era suficiente para calmar sus gritos.

— Ugh, bien. Pero si comienzan a emocionarse demasiado, voy a empezar a hablar de química inorgánica, y no pararé. — Las amenacé.

Maddie gimió y tapó sus oídos.

— Estaré tranquila, de eso ni lo dudes.

— Bien. — Sonreí.

***

— Chloe va a llevar a su nuevo novio mañana. — Tomé una barra de chocolate del centro del círculo y lo abrí, sin importarme las horas de ejercicio de la semana pasada. Al diablo mi trasero flácido, el chocolate manda.

— ¿En serio? —Dijo Maddie. Parecía genuinamente sorprendida. — Probablemente sea algún nerd hijo de un pastor o algo.

— No seas perra, Maddie. —Syd comió un m&m color verde.

— No soy perra. —Rodó sus ojos.

Syd y yo la miramos fijamente.

— Está bien, ¡está bien! —Alzó sus manos. — No me miren así. Tal vez sea un poco perra. — Hizo una mueca.

— El eufemismo del siglo. —Resopló Syd, y eché a reír. Maddie le sacó la lengua infantilmente, y le quitó sus m&m.

— ¡Dámelos! Son míos. —La cama de la habitación de Syd se había convertido en un campo de batalla.

Castaña vs Rubia.

 Y como deber de ser la mejor amiga de ambas, hice todo lo que alguien racional hubiera hecho… tomé todos los chocolates y los llevé conmigo a la sala.

Maddie y yo vivíamos en la residencia junto con todos los polluelos de primer año. Pero Syd era un año mayor que nosotras y compartía un departamento junto con dos chicas de la fraternidad. Aun no entiendo como si Syd consideró a esas perras frívolas como compañeras.

Maddie estudiaba literatura en la universidad, mientras que Sydney y yo preferíamos las materias exactas. Esa mierda de respuestas vagas y coherentemente expresadas… digamos que no era lo mío.

Me encontraba en matemáticas avanzadas, donde conocí a la chica  tímida que siempre se sentaba sola y era demasiado inteligente y dulce para su propio bien. No es que vaya rescatando pobres estudiantes y arrastrándolos bajo mi ala, pero en el momento que vi a Syd en esa clase… supe que teníamos que ser amigas. Llámalo corazonada, pero no me arrepiento de obligarla a venir a mi apartamento a conocer a la loca de Maddie.

Mientras esperaba que ambas dejen de pelear y vengan a reclamar las dosis industriales de azúcar y carbohidratos que tenía en mi regazo, mi teléfono sonó con un mensaje.

Sábado 11:43 pm Número desconocido: A que no adivinas quién soy.

Fruncí el ceño.

Sábado 11:44 pm Hayley: No tengo ni puta idea de quién eres, y no voy a hacer un esfuerzo en descubrirlo.

Sábado 11:44 pm Número desconocido: Vaya, vaya… sigues siendo la misma loca que recordaba. Me alegro que el tiempo no te haya cambiado, Hayley Smile

Esta bieeeeeeen. Al parecer conozco a esta persona, pero no la tengo en mi agenda de telef… okey, eso no dice nada. La memoria de mi teléfono se fundió, y tuve que cambiarla, así que estoy totalmente a oscuras con el pendejo que para mí teléfono se llama Número desconocido.

Sábado 11:51 pm Hayley: Mira, dime tu nombre o vete a la mierda. No tengo el tiempo para mandar mensajes en clave.

Sábado 11:55 pm Número desconocido: Wow, tranquila, fiera. ¿No hay un poco de cariño para el chico que tratabas de portador de ETS hace un año?

¿Portador de ETS? Pero qué…

— ¿Sabes, Zack? No quiero ofenderte pero pareces un chico infectado de ETS, así que deja de darme esa mirada calurosa, ¿quieres? No me di tantas vacunas como para que me infectes.

Sábado 11:57 pm Hayley: ¡ZACKIE WACKY! ¿ERES TÚ? Dime por favor que no te dormiste, culo perezoso…

Sábado 11:57 pm Zack: Y el apodo de mierda siempre queda contigo, dijo Jesús a sus apóstoles…

Me reí entre dientes.

— ¿Con quién estás hablando? — La voz de Maddie me sobresalta, y una mirada que espero que no se vea muy culpable. 


Dustin

— No es nadie. Solo única chica que conocí hace unos días. — Zack levantó la mirada de su teléfono, pero no me miró a los ojos.

— Zack… no mientes precisamente genial. — Alcé una ceja.

— ¿Por qué tendría que decirte? ¿Eres mi esposa embarazada? Estoy hablando con una chica, demándame. — Puse mis ojos en blanco en su patético intento de ponerse a la defensiva.

— ¿Por qué no quieres decirme? — Eso era extraño. Zack tenía una boca más grande que una cincuentona en una peluquería, el hecho de que desvíe el tema no era normal.

— Eh… ella es… um… alguien importante. Sí. —Parecía convencerse a sí mismo.

Me encogí de hombros. Ya caería.

— Si tú lo dices. — Tomé el libro que mi profesor de Historia Oriental Antigua me prestó, y lo llevé a mi habitación de vuelta.

— Oye, hombre. — Sonreí malvadamente. Sabía que el bobo no aguantaría mucho sin contar que le estaba pasando.

— ¿Si? — Pregunté, manteniendo mi cara neutra.

— ¿Vas a ir mañana, entonces? — Bien, si así iban a ser las cosas…

— Sí.

— Dustin… creo que deberías dar un paso atrás y dejarla en paz.

— ¿A cuál de las dos? — Mi expresión no cambió, pero internamente tenía una guerra de emociones que querían dominarme completamente y hacer desastres mi cordura.

— Ambas. — Zack apretó sus labios. — No terminará bien. — Me gritó cuando me volteé.

Claro que no terminaría bien. Si yo creía que tener alguna especie de espartanos gritándole a los persas que cierren la boca dentro de mi cabeza, mañana los rusos y estadounidenses volarían mis sesos con sus armas nucleares.

No saldría bien parado de ésta, lo sabía.


Pero no podía evitar el choque de trenes que ocurriría mañana. No quería.


Hayley

— ¿Y bien?

Maldije internamente.

Zack había sido mi amigo y Dustin mi novio, ambas cosas a espaldas de Maddie. Ella siempre dijo que mi novio era un culo demasiado caliente para ser fiel, así que nunca salía con nosotros.

No tenía idea de que la chica diera justo en el clavo.

En fin, ambos se llevaban horrible gracias a las circunstancias donde nos conocimos, cuando ella se acostó con el gigoló de Zack y luego él le dio una patada en el culo fuera de su puerta. No la culpo, para ella fue la cosa más humillante que le pasó en su corta —como su estatura— vida. Lo sé porque no salió por semanas.

Tampoco culpo a Zack. Quiero decir, adoro a mi mejor amiga, pero a veces es una ninfómana cachonda, y se pone un poco desequilibrada.

— Es mi hermana. —Mentí con naturalidad mientras ponía el teléfono en silencio. — Arreglos de último minuto. Vamos. — Parecía que no me creía, realmente nos conocíamos la una a la otra. Y por esa razón tal vez fue un breve deje de pánico en sus ojos, probablemente sospechando que le mentía porque sabía que no querría conocer la respuesta.

Asintió y sin más preámbulos, volvimos con Syd, para luego ser testigo de una competencia de quién podía meterse más m&m por la nariz.

Esa noche reí hasta que mi mandíbula dolía, gritándoles que subiría las fotos a Twitter  y Facebook para que todos los jugadores de básquetbol de la universidad pudieran verlas en su momento de gloria.

Su asalto repentino luego de que dije las palabras podría haber sido literal, porque cuando quise darme cuenta habían tomado mi teléfono donde tomé las fotos.

— Bien, bien. Las borraré. —Pulsé eliminar en las únicas dos fotos. — Aguafiestas.

Si solo hubiera sabido que el motivo de mi tormento de cada día desde hace un año, me aguaría la fiesta al día siguiente, probablemente me hubiera asegurado de unirme a ese grupo hippie para irme del país a seguir a cualquier banda vieja… o meterme dentro de un sobre y mandarme como tarjeta de navidad a un húngaro.

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