— ¿Sabes? —Dijo Andy de repente, que estaba debajo de Caden y de mí. — Creo
que uno de mis pulmones han dejado de funcionar.
Hubiera hecho una declaración, pero mi cara estaba pegada con el asiento
del copiloto.
— ¡Dios mío! ¿Qué demonios comiste? Subiste como… doscientos kilos desde
que salimos, ¿te descuidaste? ¿Eh, pequeña Meg? — Comenzó a hacerme cosquillas,
pero no había lugar para poder retorcerme.
— Por… —Risa. —…favor…— Risa. —… para.
Cuando recibió un golpe de parte de Andy en las costillas, sabiamente dejó
de molestarme.
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